Veo llover y gotas caer,
para perderse en el cauce del raudal
que las lleva no sé dónde,
entremezcladas en una totalidad,
que desconoce de individualidades
y particularidades.
Tengo que escribir,
pienso entonces,
antes de que mis memorias se pierdan
en el fluir de la historia universal,
siendo confundidas inicialmente,
y olvidadas finalmente.
Estoy sentada en un ambiente opaco,
casi oscuro,
y el cielo extiende un manto infinito
con el que nos acobija a mí y cuatro chicos,
mientras un faso pasa, de mano en mano,
y el tiempo sucede, lento, lento.
En mi cabeza pasan horas,
cuando el reloj marca tan solo minutos,
y mis labios gesticulan palabras
que resquebrajan la intimidad,
confesando verdades secretas,
que me expulsan del aislamiento.
La oscuridad crece en proporciones,
y los jóvenes se mimetizan en ella,
sintiéndome hablar sola,
cuando todo lo que me rodea se volatiza,
perdiéndose en un panorama difuso y monocromático,
dejando un negro vacío que me contiene.
Las figuras se reincorporan a la escena,
y el ambiente vuelve a solidificarse
tras su súbita evaporación,
ya no hablo sola,
dos ojos verdes me observan,
a su lado, dos color negro, escondidos tras unas gafas.
El instante se prolonga,
viviendo un tempo largo
donde me siento embriagar de fuertes sensaciones
e intensos deseos,
y me alegro de ser humana, de sentir tanto
y de mañana poder reescribir los hechos.
Despacio, sentí despacio,
la brevedad de la vida puede pasar desapercibida
ante el lento fluir de una pasión,
la sucesiva prolongación de un hecho
y la continuidad sin prisa de un beso,
que burlan la fugacidad de la existencia.
No te apures,
disfrutá la paulatina intensificación de la embriaguez,
sorbo por sorbo,
despacio.
No vive más quien tiene prisa
ni quien se preocupa por acrecentar en número
sus experiencias y vivencias,
sino quien ante los hechos externos
experimenta las respuestas de su espíritu
sintiendo cada matiz y grado de intensidad,
sin rehuir ninguna dimensión o proporción
entregándose no solo a la contemplación del hecho
sino a la contemplación de sí mismo frente a ello.
No es la cantidad de circunstancias vividas,
sino la duración de estas
lo que podría llevarnos a vivir mucho,
porque solo ante la prolongación y
la lentitud de un suceso
uno asimila y absorbe las experiencias
que ensancharán el espectro general de la vida.
Haceme por eso el amor sin apuro por terminar,
que sea la continuidad de sentirnos,
tocarnos y besarnos
la fuente de nuestro placer
y vos, motivación de mis deseos
seas un calor pegado a mi cuerpo,
prolongado de manera indefinida,
que con solo recordarte,
todavía pueda sentir.
Mirame, no bajes los párpados,
quiero grabar en mis retinas
el estado de tu alma
que tus ojos reflejan,
con la lujuria y el deseo
adormeciéndote la mirada y el cuerpo,
mientras te entregas por completo
al placer de ser dos.
Dibujo, y las líneas que trazo
reviven tu imagen,
recreándote en escenarios
de lápices y papeles,
que dan continuidad a tu existencia.
Te saco de mi mente
y te reincorporo en una hoja,
exteriorizo la ansiedad por tu calor
y me valgo de esta falta que se convierte en deseo
como potencia para crear una obra
que condense las flaquezas y fortalezas
desarrolladas a partir de vos.
Entonces escribo y dibujo,
me reparto al exterior en hojas
entre líneas y párrafos,
sirviéndome de esta ausencia,
de los recuerdos y de la frustración
para retratarme el alma
y conocer a partir de ella
un fragmento de la condición humana.